Dadas las condiciones previas de desigualdad entre hombres y mujeres, la población femenina se mantiene en la punta de la vulnerabilidad no sólo en términos laborales sino también en materia de ingresos, educación, desarrollo individual y derechos.

Siguiendo las cifras provenientes de la Encuesta sobre el Impacto Económico generado por el Covid-19 (ECOVID-ML) del Inegi, se ha encontrado una importante precarización en las condiciones de trabajo de las mujeres en relación con sus pares hombres.

Durante abril del 2020 la tasa de participación femenina fue de apenas 36.4% mientras que la masculina se ubicó en 69.1%, estas cifras eran de 76.5 y 45.4% respectivamente un mes antes de la pandemia. Esto implica que la proporción de mujeres que fueron desplazadas del mercado laboral fue significativamente mayor que para los hombres: la caída en la tasa femenina fue de 9 puntos mientras que la masculina fue de 7.4 puntos.

Los resultados del proyecto estadístico que se levantó vía telefónica mostraron que gran parte de esta contracción en las tasas de participación se explica porque muchos ocupados no se encuentran buscando trabajo activamente debido a que no fueron despedidos de manera definitiva; están en paro temporal. Sin garantía de retorno e incluso sin ingresos en algunos casos.

Del total de mujeres ocupadas en el país sólo el 23.2% se encuentra bajo un esquema de ausencia temporal conservando su vínculo laboral y del total de estas mujeres 94% declara que la razón por la que se encuentra en esta situación es el Covid-19.

Los resultados de la encuesta también mostraron que como producto de la emergencia sanitaria el 44.6% de las mujeres que trabajan disminuyó su jornada laboral, 46.2% tuvo una caída en su nivel de ingresos y cerca del 87.7% no ha recibido ningún apoyo para hacer frente a la crisis.

 

El trabajo independiente precarizado

Entre la población femenina, que ya se encuentra vulnerable por las desigualdades estructurales que persisten en México, las mujeres que trabajan de manera independiente o que lideran pequeños negocios familiares así como las trabajadoras domésticas son las que han enfrentado mayores retos en relación con los hombres en las mismas ocupaciones.

La encuesta arrojó que el 76.7% de los negocios cuyos propietarios son hombres enfrentó problemáticas y afectaciones por la pandemia; la cifra para los negocios de mujeres escala a 86.2%; esto refleja una brecha de casi 10 puntos porcentuales.

Esta situación derivada del rezago y la precarización desproporcional en el autoempleo: las mujeres que trabajan de manera independiente mayoritariamente lo hacen en pequeños negocios sin trabajadores o con máximo cinco empleados, también son mayoría en los negocios que ni siquiera tienen algún local y presentan una brecha importante de rezago tecnológico mientras que los hombres lideran proyectos más grandes y completos de emprendimiento.

Las condiciones del autoempleo reflejan la importante necesidad de integrar en las políticas de recuperación y apoyos la perspectiva de género; en la que se contemple a las mujeres que trabajan en puestos, mercados sobre ruedas, o establecimientos ambulantes principalmente en el comercio minorista y la preparación de alimentos. Todos los micronegocios familiares que tienen mayores retos para acceder a créditos, financiar su digitalización o integrarse a las nuevas alternativas de ventas y que son el principal ingreso de muchas mujeres en el país.

Las cifras muestran importantes brechas de género en estos rubros, la más pronunciada se encuentra en la proporción de trabajadores independientes que tiene negocios sin un local mientras el 62.4% de las mujeres está en esta situación sólo el 43.3% de los hombres.

Las mujeres enfrentan una tasa de 33.2% de empleos perdidos en el comercio mientras que los hombres 20.8%, uno de los sectores más golpeados por el aislamiento. En el sector de gobierno y servicios el 54.5% de las mujeres perdió su trabajo y la cifra para los hombres fue de 33.0%, un nivel significativamente más bajo.

También enfrentan mayor precarización, cerca del 93.1% de las trabajadoras independientes carecen de acceso a servicios de salud mientras que para los hombres la cifra baja a 89.8 por ciento.

El trabajo, la limpieza y los cuidados

Las mujeres ocupadas también han sido impactadas de manera importante por el confinamiento en materia de desigualdad en el reparto de tareas domésticas y cuidado de terceros.

La emergencia sanitaria implicó también la suspensión de clases presenciales en todos los niveles educativos y la paralización de todos los apoyos alimenticios y de recreación que los alumnos reciben dentro de las instituciones. La encuesta reflejó que las tareas de supervisión y apoyo en la educación en línea las han asumido de manera desequilibrada las mujeres, incluso las que tienen una ocupación adicional al hogar.

Cerca del 55.9% de las mujeres se encuentran laborando desde sus hogares; de estas mujeres, el 34% declaró que además de hacer teletrabajo ha dedicado más tiempo que antes al cuidado de hijos, adultos mayores o algún otro tercero; la cifra para los hombres fue de 24 por ciento.

Esta disparidad crece en el rubro que evalúa el tiempo extra dedicado a actividades de limpieza y quehaceres domésticos; el 91.9% de las mujeres realizó este trabajo adicional mientras que sólo el 78.0% de sus pares hombres.

Las desigualdades en el trabajo doméstico no remunerado representan una problemática que ya existía antes de la llegada del Covid-19, sin embargo, se ha alertado de la importancia de implementar y promover la distribución equitativa en estas tareas para evitar una agudización de esta brecha entre hombres y mujeres.

Las organizaciones de orden nacional e internacional continúan insistiendo en considerar como eje transversal las disparidades en el mercado laboral y especialmente en el trabajo dentro de los hogares, que vulnera de una manera importante el desarrollo educativo y profesional de las mujeres y, que puede, entrecruzarse con otras problemáticas como la violencia y las agresiones al interior de los hogares.///El Economista